Frases de la película El nombre de la rosa
Habiendo llegado al final de mi vida de pecado, con mi cabeza cana, me preparo para dejar en este pergamino, mi testimonio de los maravillosos y terribles hechos que vi en mi juventud, hacia finales del año de Nuestro Señor. Que Dios me dé la sabiduría y la gracia de ser fiel cronista
de los hechos ocurridos en una remota abadía en el sombrío norte de Italia.Para dominar la naturaleza primero se debe aprender a obedecerla.
¿No has oído que el diablo arroja jóvenes hermosos por las ventanas?
Había algo femenino, algo diabólico en el joven que murió. Tenía los ojos de una joven ansiosa por copular con el demonio.
Qué tiempos en los que vivimos.
Cuando la mujer perversa por naturaleza se vuelve sublime mediante la santidad, puede ser el vehículo de gracia más noble.
Son hermosos los pechos que apenas sobresalen.
Lo que des en la tierra lo recibirás cien veces en el paraíso.
Mi maestro confiaba en Aristóteles, los griegos y en su sorprendente y lógica inteligencia. Desafortunadamente, mis temores no eran fantasmas de mi joven imaginación.
Un final oscuro para un brillante iluminador.
Un monje debe guardar silencio. No debe dar a conocer sus pensamientos hasta ser interrogado.
Un monje no debe reír. Porque sólo los tontos levantan la voz en carcajadas.
Incluso los monjes tienen pasado, Adso.
En la sabiduría hay penas y aquel que aumenta su conocimiento aumenta su aflicción también.
- Maestro ¿Qué idioma hablaba?
- Todos los idiomas y ninguno.- Penitenziagite.
- ¿Qué significa?
- Que el jorobado, sin duda, fue un hereje alguna vez. Penitenziagite era el grito de batalla de los Dolcinites.
- ¿Dolcinites? ¿Quiénes eran, Maestro?
- Los que creían en la pobreza de Cristo. También los Franciscanos. Pero decían que todos debían ser pobres. Así que asesinaron a los ricos.Es el pergamino en el que el criminal deja su autógrafo.
Ojos de vidrio en aros gemelos.
Un asno enseñándole las escrituras a los obispos.
El Papa es un zorro. El abad es un mono.
Un monje no debe reír. Sólo los tontos se ríen.
¿No estás confundiendo amor con lujuria?
- Estás enamorado.
- ¿Eso es malo?
- Para un monje, presenta ciertos problemas.
- ¿No predicó Santo Tomás de Aquino el amor por sobre todas las virtudes?
- Sí. El amor a Dios, Adso. El amor a Dios.
- Y el amor a la mujer?
- Sobre la mujer, Santo Tomás de Aquino sabía muy poco. Las escrituras son claras.Los proverbios advierten: "La mujer se apodera del alma preciosa del hombre". Y el Eclesiastés nos dice: "La mujer es más amarga que la muerte".
Desde luego, no cuento con tu experiencia. Pero encuentro difícil convencerme a mí mismo de que Dios introdujera a un ser tan malo a la creación sin dotarlo con algunas virtudes.
La vida sería pacífica sin amor, Adso. Segura. Tranquila. Y monótona.
- El abad y sus colegas creen que el diablo está aquí dentro.
- Lo está.
- La única evidencia que veo del diablo es el deseo de todos de que esté aquí.La apariencia externa del enamorado empieza a cambiar.
Abra las puertas de su corazón. Busque en su alma. Busque.
¿Fue Cristo o no lo fue dueño de la ropa que usaba?
Si alguien no hubiera mirado en la dirección errada, muchos hombres de Dios
seguirían aún con nosotros.Nunca he lamentado mi decisión porque aprendí de mi maestro lo que era sabio, bueno y verdadero. Cuando por fin nos separamos, me entregó sus lentes. Me dijo que era joven, pero que algún día me servirían. Y ahora los llevo puestos sobre mi nariz mientras escribo esto. Luego me abrazó cariñosamente, como un padre, y me hizo seguir mi camino. Nunca lo volví a ver ni sé qué fue de él, pero ruego que Dios lo acogiera y le perdonara las pequeñas vanidades a las que lo llevó su orgullo intelectual.
Y ahora que estoy viejo, muy viejo, debo confesar que de los rostros que se me aparecen del pasado el que veo más claro es el de esa joven con quien nunca he dejado de soñar durante todos estos años. Fue mi único amor terrenal aunque nunca supe ni averigüé su nombre.