
Frases de la película El encanto del erizo
Me llamo Paloma. Tengo 11 años. Vivo en la calle Eugéne Manuel, en París, en un piso de ricos. Mis padres son ricos, mi familia es rica y mi hermana y yo somos virtualmente ricas. Pero, a pesar de eso, a pesar de tanta suerte y tanta riqueza, desde hace mucho tiempo, sé que el destino final es la pecera. Un mundo donde los adultos chocan como moscas contra el mismo vidrio.
Al final del curso escolar, el día que cumpla 12 años, el 16 de junio, dentro de 165 días, me suicidaré.
Que quiera morir no significa que me vaya a dejar morir como un vegetal. Lo importante no es morir, ni a qué edad se muere, sino lo que se está haciendo justo en ese momento.
Para Taniguchi, los héroes mueren escalando el Everest. Mi Everest particular es hacer una película. Una película que muestre por qué es absurda la vida. La vida de los demás y la mía también.
Si nada tiene sentido, el espíritu debe al menos afrontarlo.
Madre de familia burguesa estrechamente relacionada desde hace diez años con el psicoanálisis, los ansiolíticos, los antidepresivos y el champán.
Es vagamente consciente del potencial decorativo de sus plantas, pero se empeña en hablarles como a personas.
Cuando falla el corazón, se acabó.
Pasar la vida como un pez en su pecera y acabar en una bolsa de plástico.
Joven obsesionada por el deseo de ser menos neurótica que su madre y más brillante que su padre. Para ella, la vida es una batalla permanente en la que se vence destruyendo a los demás.
Cuando yo era muy pequeña, creía que al nacer te atribuían cierto número de palabras que decir. Cuando había trascurrido ese "tiempo de palabras", te volvías mudo. Para mí, nacías mudo cuando habían olvidado atribuirte palabras. Como no sabía cuántas palabras me habían atribuido, durante una época, hablé lo menos posible para ahorrarlas. Es sublime. Es impresionante.
- Como les decía, el "Go" es un juego de estrategia extraordinario. Es como el equivalente de nuestro ajedrez en Japón.
- Falso.
- Otro invento de los japoneses.
- Sí.
- Falso. El "Go" lo inventaron los chinos, no los japoneses.
- No, mi querida señorita, fueron los japoneses.
- No, mi querido señor, se equivoca.
- No, no.
- Y no equivale al ajedrez. En el ajedrez, se mata para ganar, mientras que lo más bonito del "Go" es que para ganar hay que vivir, pero también dejar vivir al adversario.
- Paloma.
- Vida y muerte sólo son consecuencia de una buena o mala construcción. Y lo que cuenta es construir bien.
- Abstente.
- Perseguir las estrellas. No acabar como un pez en una pecera.Cuando decides morir es porque piensas que entra en el orden de las cosas. Como un paso delicado, un suave resbalar hacia el descanso.
La relación de los adultos con la muerte es difícil, cuando es lo más trivial del mundo. No hay que dejar nada al azar en una decisión que no comprenderán.
Es increíble con qué rapidez ciertas personas obstaculizan los proyectos que más le interesan.
- ¿Conocía bien a los Arthens?
- Una gente estupenda. Era una familia como cualquier otra.
- Una familia feliz.
- Todas las familias felices se parecen. Pero las desgraciadas lo son cada una a su manera.
- Tengo dos gatos.
- ¿Cómo se llama el suyo?
- León.- ¿Cómo se llaman tus gatos?
- Constitución y Parlamento. Ya vio en qué tipo de familia he nacido.- He pensado en el de la Sra. Michel.
- ¿León?
- Sí, León. Algo me dice que lo ha llamado así por León Tolstoi.
- ¿Por qué lo dice?
- Por lo mismo que me dice que le gusta Ana Karenina.La señora Michel me recuerda a un erizo. Por fuera está cubierta de picos, es una auténtica fortaleza. Pero pienso que por dentro es tan refinada como ese animal engañosamente indolente, tremendamente solitario y terriblemente elegante.
Se puede poseer dos cualidades al mismo tiempo.
Todos somos erizos en la vida. Pero, generalmente, sin elegancia.
¿Se podría leer mi destino en la frente? Si quiero morir es porque creo que sí. Pero, si pudiera uno convertirse en lo que todavía no es, habría sabido convertir mi vida en algo distinto?
Hay gente que se suicida saltando por la ventana. Me parece una locura. A mí me horrorizaría el dolor.
¿De qué sirve morir si no es para no sufrir más?
- Psicoanálisis y religión rivalizan en su amor por el dolor duradero.
- ¿Por qué dices eso?
- Porque mi madre piensa que hay que celebrar que lleva diez años psicoanalizándose.
- Pues sí. Eso está muy bien, ¿no?
- No. No menciona que también lleva diez años tomando antidepresivos.- Vivo sola desde hace mucho y no salgo nunca. Me temo que soy un poco salvaje.
- Una salvaje muy civilizada.- Nadie quiere una portera con pretensiones.
- Usted no tiene pretensiones. Tiene curiosidad.No se molesta a una portera a cualquier hora.
Me pregunto qué es lo bueno del chocolate. ¿El producto en sí, o la técnica de la muela que lo tritura?
Usted no es una portera corriente. Ha encontrado el escondite perfecto.
- No me ha reconocido. ¡No me ha reconocido!
- Es porque no la ha visto nunca.Debe de ser que la muerte nos vuelve un poco locos.
Kakuro... El corazón se me encoge como un gatito hecho un ovillo. Tomaría muy a gusto un último vaso de sake con usted.
¿Cómo se decide el valor de una vida?
De pronto, se detiene todo.
¿Morir es eso? No volverás a ver a quienes amas, no volverás a ver a quienes te aman. Si morir es eso, sí es la tragedia que dicen. ¿Qué hacía en su casa el pez rojo? Si tiene algún sentido, se me escapa por completo. Lo que importa no es morir, sino lo que se hace en el momento de morir. Reneé, ¿qué hacía usted en el momento de morir? Estaba dispuesta a amar.