Frases de la película Drive my car
- De vez en cuando ella entraba a hurtadillas en la casa de Yamaga.
- ¿Yamaga?
- Sí, es el nombre de su primer amor. También es su compañero del instituto. Yamaga desconoce que está enamorada de él. Ella no quiere que él lo sepa, así que no le supone un problema. Pero quiere saber todo sobre él. No quiere que él sepa nada de ella pero sí quiere saberlo todo sobre él. Así que se cuela en su casa.
- Sí.
- Cuando Yamaga está en clase ella dice que se encuentra mal y se marcha antes. Yamaga es hijo único y su padre trabaja en una oficina. Su madre es profesora. Por sus compañeros de clase ella sabe que no habrá nadie durante el día.
- ¿Cómo se cuela?
- Es solo una adolescente. Decide arriesgarse y busca bajo una maceta al lado de la puerta. Encuentra una llave.
- ¿A quién se le ocurre?
- Abre con ella y entra a la casa a escondidas. Ya dentro, va arriba y abre una puerta. Por el número del uniforme de fútbol que hay en una percha se percata de que es su habitación. Está muy ordenada para ser de un chico de 17 años y le da la impresión de que sus padres son controladores, sobre todo su madre. Respira hondo. Presta atención. Escucha el silencio. Un silencio estentóreo le retumba, como el que se oye por un audífono. Entonces se acuesta en la cama de Yamaga. Desfallece por la tentación de masturbarse.
- ¿Por qué? ¿Por qué eso no puede salir en televisión?
- No. Porque tiene sus propias normas. Hay cosas que se permite o que no se permite hacer. Puede colarse en su casa pero no masturbarse dentro.
- Eso es.
- Deja un tampón sin usar en la habitación de Yamaga.
- ¿Un tampón?
- Eso me dijiste.
- Eso es tan raro. Suena raro, sí. ¿Se podrá adaptar para televisión?
- No te preocupes, el productor ha dicho que se emitirá de madrugada.
- De acuerdo.
- Pues sigamos: Saca de su mochila un tampón sin usar y lo mete en un cajón de su escritorio. ¿Y si lo encuentra su madre sobreprotectora? La recorre una oleada de emoción al pensarlo. Es una pervertida. El tampón es un símbolo de que ha estado allí.
- ¿Un símbolo?
- Después, vuelve a escaparse de clase y a colarse de vez en cuando. Es consciente del riesgo. Es el tipo de chica en la que confían sus padres y profesores así que está arriesgando mucho. Pero le da igual, ya no puede parar. No, no puede parar. Olfatea su cuarto intentando percibir el más mínimo rastro de su olor. Siempre se lleva algo de recuerdo cuando se va de la casa. Un lápiz o algo que no vaya a echar de menos. Y ella, a cambio, deja algo suyo. Un día, presa de un gran atrevimiento se quita la ropa interior que lleva puesta y la entierra en su cajonera. A través de esos intercambios, se van uniendo, poco a poco. Eso es lo que siente. Y que le está dando la fuerza para liberarse del control de su madre.- Si supiera usted cómo me siento... me paso las noches en vela, de pesar y de rabia por haber desperdiciado el tiempo. Podría haber tenido tantas cosas pero ahora mi vejez me lo niega.
- Tío Vania, eso es muy aburrido. Se diría que echas la culpa de algo a tus antiguas convicciones pero la culpa no es de estas. La culpa es solo tuya.- Dime la verdad. Querías conducir hoy, ¿cierto?
- ¿Por?
- Porque acaban de devolverte el coche.
- Escucha, yo te quiero mucho, pero...
- ¿"Pero" qué?
- Con todo lo que te amo, sigo sin aguantarlo.
- ¿Qué?
- Cómo conduces. Mira hacia adelante. Anda, explícame por qué no te has cambiado de carril.
- Oye, cariño, esto es acoso verbal en toda regla. Sé sincero...¿Tenías ganas de tener más hijos?
- No sé qué decirte. Nadie podría reemplazar a nuestra hija.
- Pero podríamos haberlos querido igual.
- ¿De qué sirve que yo quiera si tú no quieres tenerlos?
- Lo siento.
- No es culpa tuya. Tomamos esta decisión entre los dos. Así que está bien.
- Oye...Quiero que sepas que te quiero muchísimo.
- Gracias.
- Y que me hace feliz que estés conmigo.- Un día le viene a la memoria su vida anterior.
- ¿Hablas de la chica que se cuela?
- Ella, en su vida anterior era una lamprea.
- ¿Una lamprea?
- La chica desconocida era una lamprea noble. No era como las demás lampreas. No se agarraba a los peces que pasaban por encima. Pegaba su boca ventosa a una roca del lecho del río y no hacía nada más que flotar. Hasta que se consumió y su cuerpo se convirtió casi en una planta acuática. Siguió agarrada, apropiándose de la roca. La muchacha no recuerda cómo murió. ¿Murió de hambre? ¿Se la comió otro pez que pasaba por ahí? Solo recuerda cómo se mecía en el fondo del río. En el cuarto de Yamaga de repente lo entiende todo. Aquí... está haciendo lo mismo. Igual que le pasaba con la roca del río no puede despegarse de la habitación de Yamaga. Eso es el silencio de esta habitación es muy similar al mundo submarino. El tiempo se detiene. El pasado y el presente se desvanecen. Y por ese motivo vuelve a convertirse en una lamprea. Y entonces sucumbe a masturbarse sobre la cama de Yamaga. Prenda por prenda se desnuda por completo. Se había prohibido hacerlo pero ya no puede parar. Sus lágrimas caen mojando la almohada. Y piensa que esas lágrimas serán lo que deje hoy allí. Y justo entonces alguien llega a la casa. Una puerta se abre abajo. Entonces se da cuenta de que está empezando a caer la noche. ¿Es Yamaga? ¿Es su padre? ¿O es su madre? Escucha unas pisadas que suben las escaleras. Se ha acabado. Ahora es cuando por fin, puede parar. Por fin, se acaba todo. Por fin puede escapar al destino kármico de su vida anterior. Ella se convertirá en una persona nueva. La puerta se abre.- Si supieras cuánto sufro, pequeña mía...
- ¿Qué se le va a hacer? Hay que vivir. Y nosotros viviremos, tío Vania. Viviremos una larga, larga sucesión de días y de largas veladas. Soportaremos pacientemente las pruebas que nos depare el destino. No descansaremos nunca. Trabajaremos para los demás ahora y también en la vejez. Cuando llegue nuestra hora moriremos resignadamente. Luego, más allá de la tumba, diremos que hemos sufrido que hemos llorado que hemos tenido penas.Mi mujer se fugó con su amante. Yo seguí cumpliendo con mi deber. Aún la quiero.
- Ella será su chófer.
- Soy Misaki Watari.
- El señor Kafuku, él es nuestro director. El festival la contrata todos los años, conoce bien las carreteras. Es una conductora excelente.
- Encantada, es un placer.
- Lo lamento pero aún no he aceptado que sea usted mi chófer.
- ¿Una vuelta de prueba? ¿Lo ve bien?
- Sí, por supuesto.
- No, voy a conducir yo. Lo siento mucho.
- ¿Dice eso porque soy mujer y joven?
- Eso no me importa, de verdad. El coche es bastante viejo y tiene sus cosas hay que estar acostumbrado.- A partir de ahora...
- ¿Sí?
- ¿Podría esperar en el coche cuando se me haga tarde? Me siento mal sabiendo que está esperando fuera con este frío.
- No, gracias.
- No estaría tranquila viendo cómo quiere su coche.
- Como lo sabe, no habrá problema. Fume fuera, eso es lo único.
- Muy bien pero solo cuando haga mucho frío.- A veces busco su nombre en internet.
- Ah.
- Así encontré esta audición.
- Era el último día. Qué suerte, ¿no?
- ¿Por qué le intereso tanto?
- Me gustaba mucho interpretar las obras de Oto. Decir sus textos me hacía feliz.
- Mis montajes teatrales y los guiones de Oto son distintos.
- Sí. Pero cuando vi su obra aquella vez aunque de manera diferente sentí que ambos hacían lo mismo.
- ¿En qué sentido?
- No sé cómo explicarlo. Tengo la sensación de que ambos consideran cualquier mínimo detalle que muchos ni ven. Me gustan ese tipo de cosas. Pero no lo sabría sin haber interpretado las obras de Oto.- Era usted una estrella.
- No fue así me incriminaron.
- ¿Hace cosas así a menudo?
- ¿Cosas como qué?
- Ir con mujeres que apenas conoces.
- ¿Usted no?
- No.
- Pues seguro que se le acercan muchas mujeres.
- Solo hay que saber decir "no".
- Tampoco es eso. No lo hago con cualquiera. Si alguien le gustara y quisiera conocerla mejor...
- ¿No lo haría?
- El sexo no es la única manera de conocer a alguien.
- Pero hay cosas que no se saben hasta que se hacen.- Si no le importa ¿podría hablarme de ella?
- ¿De Oto, dices?
- ¿Cómo se conocieron? ¿Cómo escribía sus textos?
- Sus conversaciones, cualquier cosa.
- Te diré lo que piensas: "Los dos compartimos el mismo dolor, porque amamos a la misma mujer".
- En absoluto lo mío era solo una gran fantasía.
- Estabas enamorado de ella.
- No lo negaré. Oto era preciosa. Muchísimo.
- Sí.
- Es por eso que yo estoy celoso de usted. Perdóneme.
- ¿Celoso? ¿Tú? ¿De mí?- En la relación de una mujer con un hombre solo existe un orden: Para empezar, será solo una conocida luego, una amante y, solo por último, una buena amiga.
- Qué filosofía más vulgar.- ¿Le resultan duros los ensayos?
- ¿Te resultan duros los ensayos?
- "¿Por qué me pregunta algo que no pregunta al resto? No tiene por qué tratarme de forma distinta que a mis compañeros". "Estoy acostumbrada a que la gente no entienda lo que digo". "Pero veo y oigo perfectamente. "A veces entiendo mucho más que las palabras.
Eso es lo importante en los ensayos, ¿verdad?".
- Sí.
- "Por eso, ahora "me divierto cada día. "Los textos de Chéjov invaden por completo mi alma y mueven un cuerpo que estaba aletargado". "Me alegra haber sido tan valiente".
- Y a mí oírlo.- ¿Qué tal conduce?
- Fantásticamente. Acelera y frena con tanta suavidad que parece que no nos movemos. A veces olvido que estoy en un coche. He tenido muchos chóferes pero nunca había estado tan a gusto. La verdad es que me alegra que me la asignaran como chófer. Nunca había ido tan a gusto con ningún chófer.- ¿No te cansas de escuchar la cinta?
- No. Me gusta cómo suena esa voz.
- Ya veo. ¿De quién es?
- De mi mujer.
- Ah.
- Mi método consiste en memorizar por completo el ritmo de la obra en interiorizarlo.
- Así que la escucho una y otra vez. He interpretado a Tío Vania, así que sus partes no están incluidas. Cuando digo mis frases a ritmo, las otras réplicas cuadran.
- Genial.
- Lo que he dicho antes es cierto. Olvido que estoy en el coche y que tú estás aquí.- ¿Dónde aprendiste a conducir?
- En mi pueblo. Kami-junitaki, en Hokkaido. Allí no puedes moverte sin coche.
- Vaya.
- Mi madre me enseñó a conducir llevo haciéndolo desde el instituto.
- ¿Desde el instituto?
- Sí.
- Mi madre trabajaba en un club nocturno en Sapporo. Tomaba el tren para ir. Entonces empecé a llevarla y a recogerla desde la estación. Estaba a una hora de casa. Salíamos a las cinco de la tarde y la recogía a las siete de la mañana. Durante esas dos horas mi madre solo quería dormir. Si mi conducción la despertaba, me daba patadas en el asiento y me pegaba al llegar a casa. Por eso aprendí a conducir sin despertarla, por mala que fuera la carretera.
- Entiendo.
- Lo que ha dicho de mí me hace muy feliz.
- De nada.
- Le agradezco mucho a mi madre que me enseñara a conducir. Sé que lo hizo por ella misma pero me enseñó muy bien.- ¿Por qué viniste a Hiroshima?
- No importa. Tras nuestra casa había una colina. Hace cinco años hubo un corrimiento por las lluvias y nuestra casa quedó destruida. Mi madre murió en el accidente. Yo acababa de cumplir los 18 años y me había sacado oficialmente el carné de conducir. Tras su funeral, me fui en el coche, que estaba intacto.
- Así que tienes 23 años.
- Sí.
- No tenía dónde ir, así que fui hacia el oeste sin parar. El coche se estropeó en Hiroshima, y no tenía dinero para arreglarlo. Así que empecé a conducir el camión de la basura. Lo único que sé hacer en la vida es conducir.- Tu apellido, Kafuku no es muy común, ¿no? Con los caracteres de "casa" y "buena suerte". Suena dichoso.
- Mi mujer dijo lo mismo antes de casarnos.
- Ah.
- Mi mujer se llama Oto.
- Oto. Significa "sonido". Oto Kafuku. Qué bonito suena.
- Fue el principal motivo por el que dudó en casarse conmigo. Tendría un nombre demasiado espiritual.Tengo 47 años. Suponiendo que viva hasta los 60, todavía me quedan 13. Es una eternidad. ¿Cómo voy a vivir esos 13 años?
- No entiendo lo que ha pasado en la escena de Janice y Yoon-A.
- Solo ellas saben la respuesta. Es el poder que tienen las palabras de Chéjov que hacen volar a los actores.
- Señor Kafuku ¿por qué no interpreta usted a Vania?
- Chéjov me da miedo. Su texto conecta con nuestra verdadera esencia. ¿No lo notas? Se ha vuelto insoportable para mí. Y por eso ya no puedo interpretar ese papel.
- Entonces, ¿por qué me ha elegido? No me siento a la altura de esta obra. No sirvo para el papel. El público lo notará, seguro. Durante la audición, me di cuenta de que era un desastre. Ni yo sabía lo que hacía. Aun así... ¿Por qué me eligió a mí?
- Oto nos unió.
- No se burle de mí. Hablo en serio. Quiero saber qué debo cambiar.
- Aún no controlas tus emociones.
- Lo sé.
- Socialmente, eso no es bueno. Pero no es un inconveniente para un actor. Durante tu audición y los ensayos, no lo has hecho mal. Sabes escuchar a tu compañera en escena. Haz lo mismo con el texto. Entrégate y responde al texto.
- ¿Que responda?
- El texto te está hablando. Si lo escuchas y le respondes, lo conseguirás.- Señor Kafuku. Me siento vacío. No hay nada dentro de mí. Sobre esa conexión con el texto...Creo que la sentía con los guiones de Oto. Vine aquí porque quería volver a sentir eso. Así que lo que dice de que Oto nos unió debe ser cierto. Por fin lo entiendo.
- Oto y yo...
- Sí.
- Tuvimos una hija. Murió de neumonía a los cuatro años. Ahora tendría 23 años. La muerte de nuestra hija supuso el fin de nuestra felicidad. Oto dejó de actuar. Yo dejé la televisión y volví al teatro. Oto estuvo años sin interés por nada. Y un día, de repente, empezó a escribir historias. Bueno, a contarlas. La primera historia que me contó fue después de hacer el amor. Cuando terminamos, empezó a narrarla de repente. Pero a la mañana siguiente no se acordaba bien. Yo sí, así que se la conté. Con eso, escribió un guion y lo mandó a un concurso. Ganó un premio. Así catapultó su carrera como guionista. El sexo conseguía despertar su creatividad. Me contaba la historia y hacía que me acordara. A la mañana siguiente se lo contaba y ella tomaba notas. Se convirtió en nuestra costumbre. Había un fuerte vínculo entre el sexo y todas sus historias. Incluso aunque no lo pareciera. Entramaba toda una historia estando al borde del orgasmo. Así solía escribir. Aunque no siempre. Pero siempre que se bloqueaba, "su magia" volvía. Esas historias nos ayudaron a ambos a superar la muerte de nuestra hija. Congeniábamos bien como pareja. Dependíamos el uno del otro. Nuestras vidas, tanto la diaria como la sexual estaban totalmente completas. Al menos, para mí. Pero... Oto se veía con otros hombres. Que no te quite el sueño. Oto se acostaba con otros hombres. No solo con uno. Seguramente, también se acostaba con actores de sus series. Cada aventura acababa al finalizar el rodaje y la sucesiva comenzaba con el siguiente.
- ¿Y usted tiene pruebas?
- Lo he visto. A veces los traía a casa. Aun así, jamás puse en duda su amor por mí. No se me ocurriría. No había malicia en sus infidelidades porque me amaba. Nuestro vínculo era profundo, estaba por encima de eso. Aun así, tenía algo oscuro un lugar al que yo nunca conseguí llegar.- ¿Y usted nunca le preguntó por qué hacía todo eso?
- Lo que más miedo me daba era perderla. Si ella hubiera sabido que yo lo sabía, nuestra relación habría peligrado.
- ¿No es posible que ella simplemente quisiera que la escuchara? ¿Oto te contó algo de mí? ¿Puedo hablarle de una historia que me contó ella a mí?
- Sí.
- Es un relato muy inquietante. Una adolescente se cuela en la casa del chico que le gusta.
- Esa historia yo también la conozco. La chica que era una lamprea.
- Exacto. Se cuela varias veces y cada vez deja algo suyo allí. Un día, comienza a masturbarse sobre la cama de Yamaga. Alguien llega a casa.
- La historia acaba sin decirnos quién.
- No. No acaba ahí.
- ¿Sabes qué pasa después?
- Sí.
- ¿Quién era? ¿Quién sube las escaleras?
- Otro intruso.
- ¿Otro?
- Sí. No era Yamaga quien subía, ni su padre ni su madre. Era un ladrón. El ladrón la encuentra medio desnuda en la habitación e intenta violarla. Ella toma un bolígrafo de Yamaga y se lo clava en el ojo izquierdo. Se revuelve, desesperada y le hunde el bolígrafo en la sien, y en la nuca, una y otra vez. Se da cuenta de que el hombre no se mueve. Ha matado al ladrón. La chica, que está bañada en sangre se ducha y se va a casa. Lo que ha dejado esta vez en la habitación de Yamaga es el cadáver del ladrón. Al día siguiente va al instituto decidida a confesarlo a contárselo todo a Yamaga y a asumir las consecuencias. Pero Yamaga está igual que siempre ese día en el colegio. Tan despreocupado como siempre. Lo ve jugar a fútbol con sus amigos después de clase. Y al día siguiente, lo mismo. No ha cambiado nada. ¿Qué ha pasado con el cadáver de su casa? ¿Ha sido todo producto de su imaginación? Va a la puerta de la casa de Yamaga y no parece haber nada fuera de lo normal. Excepto una cosa...han puesto una cámara de vigilancia en la puerta principal.
Para no parecer culpable pasa por delante de la casa sin pararse. Ha pasado algo terrible y la culpa es suya pero el mundo parece tranquilo, como si nada hubiera cambiado. Pero el mundo ha cambiado y se ha vuelto más siniestro. Vuelve sobre sus pasos compungida. Dice: "Tengo que responsabilizarme de mis actos. No puedo hacer como si no hubiera ocurrido. Porque sí que ha ocurrido. Es cierto que maté a un hombre". Busca debajo de la maceta pero la llave ya no está. Mira fijamente la cámara. Es el único cambio que ha provocado en este mundo. Con la mirada clavada en la lente repite su confesión una y otra vez. Con voz clara, para que se entienda."Yo lo maté. Yo lo maté. Yo lo maté". Solo me contó hasta ahí. No sé si es el final del relato. Quizá sea mucho más largo. Me dejó un nudo en el estómago pero incluso así, al oírlo de sus labios me di cuenta de que Oto había compartido algo importante conmigo. Señor Kafuku. Por lo que yo sé Oto era una mujer muy buena. Por supuesto, lo que yo sé es una parte ínfima con respecto a lo que sabe usted. Pero tengo clara una cosa. Usted compartió su vida con alguien increíble más de 20 años. Debería sentirse agradecido. Esa es mi opinión.Aunque pensemos que conocemos bien a alguien por mucho que lo amemos nunca se sabe qué hay en lo más profundo de su corazón.
Pero si nos esforzáramos un poco conoceríamos al menos nuestro propio corazón. Al final, lo que tenemos que hacer es ser sinceros con nosotros mismos y seguir los dictados de nuestro corazón con honestidad. Si queremos conocer el alma de los demás no nos queda más remedio que conocer la nuestra primero. Eso es lo que pienso.
No parecía estar mintiendo. No sé si todo eso era verdad pero creo que al menos era su verdad. Lo sé porque crecí rodeada de mentirosos. Aprendí a distinguirlos para sobrevivir.
- El día que murió Oto... antes de irme, me preguntó si podíamos hablar cuando volviera. Lo hizo de forma amable pero decidida. Ese día no tenía planes, pero di vueltas con el coche. No podía ir a casa. Pensé que una vez que regresara a casa, nunca volveríamos a ser los mismos. La encontré en el suelo cuando volví por la noche, tarde. Llamé a una ambulancia pero no recuperó la consciencia. ¿Y si hubiera llegado un poco antes? Lo pienso cada día.
- Yo maté a mi madre. Cuando la avalancha destruyó nuestra casa yo también estaba dentro. Logré salir de la casa arrastrándome a duras penas. Después, me quedé un rato mirando la casa a medio colapsar. Vi cómo caía sobre ella media colina hasta que se desplomó. Encontraron a mi madre muerta bajo los escombros. Yo sabía que estaba atrapada allí dentro. Aún no sé por qué no pedí ayuda ni por qué no la salvé. La odiaba, pero eso no era lo único que sentía por ella. La cicatriz que tengo en la mejilla es de aquel accidente. Me dijeron que podrían disimularla con cirugía pero no quiero borrármela.
- Si yo fuera tu padre te tomaría por los hombros y te diría: "No es culpa tuya. No hiciste nada malo". Pero no puedo hacerlo. Tú mataste a tu madre y yo maté a mi mujer.
- Sí.- Mi madre tenía una segunda personalidad: Sachi.
- Sachi.
- Sí. Apareció por primera vez cuando yo tenía 14 años. Decía que tenía ocho años pero conservó esa edad durante cuatro años. Sachi aparecía después de cada paliza que me pegaba mi madre. No percibía su cuerpo como el de una adulta así que era un poco torpe. Intentaba andar, pero se caía y al final se quedaba sentada. Le gustaban los rompecabezas hacíamos crucigramas juntas. Lloraba un montón, sin motivo. Cuando lo hacía, yo la abrazaba y le acariciaba la espalda. Me gustaban esos momentos. Lo único bonito que quedaba en mi madre dio luz a Sachi. Sachi era mi única amiga. No sé si mi madre tenía una enfermedad mental o si en realidad actuaba para que no me alejara de ella. Pero en cualquier caso lo hacía con todo su corazón. Creo que convertirse en Sachi era su manera de sobrevivir a su terrible realidad. Cuando ocurrió el desastre supe que la muerte de mi madre supondría también la muerte de Sachi. Y aun así no hice nada. Fue mezquino. Dime... respecto a Oto... ¿Tanto te cuesta comprender y aceptar...? ¿A Oto tal y como era? Quizá no se comportaba de forma extraña. ¿Tan difícil sería aceptar que ella simplemente era así? Que te siguiera amando de todo corazón y que mantuviera relaciones con otros no me parece tan contradictorio, ni un engaño.Lo siento mucho. Debería haberme permitido estar mal. Dejé escapar algo verdadero. Me dolía tanto que dejé que me cegara. Pero a causa de eso hice como que no pasaba nada. No paré a escucharme a mí mismo. Y por todo eso perdí a Oto. Para siempre. Ahora lo sé. Me gustaría verla. Y si lo hiciera, le gritaría. La insultaría. Por mentirme constantemente. Quiero disculparme. Por no escucharla a tiempo. Por no ser fuerte. Quiero que vuelva. Que viva. Quiero hablar con ella una vez más. Quiero ver a Oto. Pero es demasiado tarde. Ya no hay vuelta atrás. No puedo hacer nada. Los que sobreviven siempre piensan en los que han muerto. De una manera u otra eso seguirá siendo así. Nosotros dos debemos vivir así. Y viviremos. Estaré bien. Estoy seguro de que ambos lo estaremos.
- Cuánto sufro... si supieras cuánto sufro, pequeña...
- ¿Qué se le va a hacer? Hay que vivir. Y viviremos, tío Vania. Viviremos una larga, larga sucesión de días de largas veladas. Soportaremos pacientemente las pruebas que nos depare el destino. No descansaremos nunca. Trabajaremos para los demás ahora, y también en la vejez. Y cuando llegue nuestra hora moriremos resignadamente. Luego, más allá de la tumba diremos que hemos sufrido que hemos llorado que hemos tenido penas... y Dios se apiadará de nosotros. Y entonces, tú y yo, tío contemplaremos una vida maravillosa una vida de ensueño. Nos sentiremos gozosos y, con una sonrisa en nuestros rostros volveremos con emoción la vista a nuestros sufrimientos de ahora y, por fin, ambos descansaremos. Yo tengo fe en ello. Lo creo apasionadamente, con todo mi corazón. Y cuando llegue ese momento descansaremos.