Frases de la película Desde mi cielo
No éramos de ésas personas, esas personas con mala suerte y que les pasan cosas malas sin motivo alguno.
La Abuela Lynn predijo que viviría una vida larga y feliz porque había salvado a mi hermano. Como de costumbre, la Abuela Lynn se equivocaba.
- Los hobbies son sanos, te enseñan cosas.
- ¿Como qué?
- Como que hay que terminar lo que se empieza, que no se deja hasta que queda bien y si no lo consigues, pues vuelves a empezar y lo intentas las veces que haga falta. Esa es la clave, en eso consiste, es lo normal.Así se sentía. La vida me abandonaba, pero no tenía miedo. Sólo recordaba que había algo que debía hacer. Algo que debía suceder.
- Si pudiera comprar una hora de amor. Si eso es todo lo que se me diera. Una hora de amor sobre ésta Tierra.
- Te daría todo mi amor.- ¿La echas de menos verdad? No sabía en qué consiste la muerte. Antes pensaba que era pérdida, frío...
- Pero es ausencia, se ha ido.
- ¿Y si no es así? Y ¿si sigue aquí?No se supone que mires hacia atrás, debes seguir adelante.Holly dijo que hay un gran, gran cielo. Más allá de todo lo que conocemos. Donde no existen maizales, no hay recuerdos, no hay tumba. Pero aún no estaba mirando más allá. Aún miraba hacia atrás. Y Lisy que siempre había dicho que no creía en el amor, lo acabó encontrando. Y allí estaba, el momento que yo nunca viviría... mi hermana pequeña iba por delante de mí, estaba haciéndose mayor.
Estaba en el horizonte azul, entre el cielo y la Tierra. Los días no cambiaban, y cada noche soñaba el mismo sueño. el olor de las flores silvestres, el grito que nadie escuchó. El sonido del latir de mi corazón, como un martillo contra el clavo. Y los oigo llamando, las voces de los muertos. Quiero seguirlas, para encontrar una salida. Pero siempre regreso a la misma puerta. Y tenía miedo. Sabía, que si entraba allí, nunca saldría.
Supe entonces que nunca dejaría de buscarme. Nunca me daría por muerta. Era su hija y el mi padre. Y me había querido tanto como supo. Tenía que dejarle marchar
Un asesinato cambia todo. Cuando vivía, nunca odié a nadie, pero ahora el odio es todo lo que tengo.
Esos eran los queridos huesos que habían crecido en mi ausencia, las conexiones a veces tenues y a veces hechas con grandes sacrificios, pero a menudo magníficas que habían nacido después de mi desaparición y empecé a ver las cosas de una manera que permitía abrazar al mundo sin estar en él.
Cuando mi madre entró a mi cuarto me di cuenta, que todo este tiempo, estuve esperando por ella. Estuve esperando tanto tiempo que temía que no viniera.